Publicado en La Jornada, section Ciencia, Mexico, 5 de febrero del 2001



La belleza y la rescritura de un nuevo mundo: Arte transgénico

Daniel Rivera

En principio, cuando se menciona la palabra arte se piensa en cosas inútiles y ostentosas que "delimitan las fronteras de la percepción". Al contrario de esta cursilería cuando se habla de manipulaciones genéticas, pensamos en la terrible idea de Dios, en los monstruos alienígenas, o en la transnacional ecologista Greenpeace.

Mientras el miedo mueve la maquinaria social un sector del arte tecnológico explora la biología molecular, observando cómo la transformación genética de la naturaleza se hace, técnicamente hablando, un compromiso impostergable.

La avalancha de resultados que arrojan diariamente las investigaciones genéticas ha generado una suerte de indiferencia entre leer la noticia de la culminación del mapeo completo de un cromosoma humano, o de la transgénesis del gen anticongelante de un insecto, que mantendrá una fresa en el refrigerador sin afectarla.

Pero la rescritura del mundo tropieza con la cultura. Por cultura se entiende un conjunto de tradiciones, mitos, religiones, etcétera que condicionan de manera burda y arrogante la explicación de los fenómenos naturales. El mundo se "explica" todavía de acuerdo con la agricultura iniciada en Mesopotamia hace 4 mil 500 años, es decir, sobre la base de los fantasmas.

El arte transgénico, es un tipo de arte que se hace con la transferencia de material genético de una a otra especie, o con la implantación de un gen sintético, con el propósito de obtener seres comprometidos con expresiones de belleza. La creación está asociada a la idea de belleza.

Si bien es cierto que la selección natural y la agricultura contribuyeron a la desaparición de especies, también es cierto que los cultivos genéticamente alterados permiten generar más alimentos en menos espacio, y abre la posibilidad de crear nuevas especies en el planeta. Esta realidad obliga a asumir el espacio en función de la diversidad. La idea que teníamos de control, terminó por desbordarnos a nosotros mismos. La estética disipa la incertidumbre, haciendo de la conciencia una variable que oscila entre lo cercano y lo distante. Tradicionalmente, la ética ha sido un fenómeno humano que interpreta el comportamiento de la naturaleza sin entenderla.

El arte transgénico grafica esta realidad. Es muy probable que no veamos vacas con alas, pero sí un conejo con la fosforescencia de una medusa, como el que vive hoy en un laboratorio. Tal vez podamos reconstruir las manchas de un tipo de cebra desaparecida hace cien años, basándonos en patrones de morfogénesis.

Debido a la selección natural, creemos de manera casi religiosa que debe existir un "equilibrio" entre el material genético y sus respectivas interacciones con el medio ambiente que garantice la supervivencia. Pero la idea de equilibrio es un concepto estadístico, abstracto. Sin embargo, ¿tiene sentido generar nuevas especies? ¿Qué es lo que nos empuja a crearlas?

Con escasas exposiciones, como Paradise now, realizada en Nueva York y que incluía plantas transgénicas; o la transgénesis de conejo fosforescente, un concepto de Eduardo Kac y un desarrollo de zoólogos franceses, el arte biotecnológico se define como la ingeniería que garantiza el encadenamiento de resultados creativos en función de los sentidos y el entendimiento.

¿Cómo podría ser el mundo de humanos que decidan vivir mucho tiempo? Crear contenidos debe ser un requisito imprescindible en la planeación de las instituciones oficiales y/o privadas que subvencionan las investigaciones genéticas. Sin embargo, parecen estar más ocupadas en continuar los monocultivos, como si no existiera la biotecnología. Basta mencionar el interés por premiar investigaciones que inmortalizan el maíz como dieta básica completa, o la visión de la transnacional Monsanto que piensa en China como el país del eterno arroz. Tanto instituciones oficiales y privadas, universidades, centros de investigación, y por supuesto los propios científicos, continúan pensando los humanos como una especie estrictamente condicionada por el hambre. Desmantelar esta realidad es una de las tareas políticas más importantes del arte biotecnológico.

El autor es miembro del laboratorio de Visualización Matemática de la UNAM y se ha especializado en la convergencia entre arte y ciencia.


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