Originalmente publicado en Ciberp@is Mensual (nº 15 - Octubre 2001), pp. 72-74.


UN MUNDO VERDE FLUORESCENTE

Entre el miedo a los abusos de la ingeniería genética y la propaganda retorica de las compañías involucradas, se sitúa el arte transgénico de Eduardo Kac: una nueva forma artística que emplea la ingeniería genética para crear seres vivos únicos. Primero hizo una bacteria, luego una conejita y ahora un entero ecosistema con ratones, plantas, peces y un bio-robot... todos resplandecientes gracias al gen de una medusa.

Roberta Bosco / Stefano Caldana

Alba es una conejita blanca que nació hace poco más de un año. Salta, come zanahorias, aparentemente es como las demás, pero iluminada de luz azul, Alba se convierte en una conejita verde fluorescente, que resplandece en la oscuridad. Esto se debe a que su cuerpo fue genéticamente modificado para incorporar una proteína fosforescente que comúnmente se encuentra en la medusa. Alba, el debate público generado por su nacimiento y su integración social en la familia del artista que la creó, constituyen las tres fases de Bunny PVF (Proteína Verde Fluorescente), el segundo proyecto de arte transgénico de Eduardo Kac. Nacido en Brasil y afincado en Estados Unidos donde enseña en el Art Institute de Chicago, Kac lleva quince años de investigaciones artísticas en un territorio híbrido, en los confines de lo conocido, donde se mezclan informática, vídeo, holografía, robótica, telepresencia, biología e ingeniería genética. Inclasificable hasta el punto que para definir sus trabajos hubo que inventar nuevas categorías: la Biotelemática, arte en la que el proceso biológico está intrínsecamente vinculado a las redes digitales y el Arte Transgénico, basado en el uso de la ingeniería genética para transferir genes naturales o sintetizados a un organismo con el objetivo de crear seres vivos únicos.

La Génesis del arte transgénico

“Los hombres dominarán sobre los peces del mar, los pájaros del aire y todas las criaturas vivas de la tierra”: no fue casualidad que Kac empleara esta frase del libro bíblico del Génesis, sobre la dudosa supremacía del hombre, para concebir en 1999 el proyecto homónimo, su primera experiencia de arte transgénico. “He traducido la frase en código Morse y la secuencia resultante en una base de pares de ADN, siguiendo un método de conversión desarrollado para este fin. Elegí el código Morse porque representa la génesis de la comunicación global” explica Kac, que con esta secuencia creó un gen artístico, es decir un gen sintético que no existe en la naturaleza. Las bacterias que contienen este gen se van exponiendo en una sugestiva instalación, que permite al público intervenir vía Internet, activando una caja de luz ultra violeta que estimula su crecimiento. Los movimientos de las bacterias, que se pueden ver en la pantalla del monitor, generan una melodía basada en los algoritmos de la multiplicación bacterial. De ese modo la música varía en tiempo real, según la mutación biológica que tiene lugar en la bacteria como consecuencia de la participación de los internautas.

Alba y el mundo transgénico

“En el futuro no necesitaremos el ordenador ni Internet, porque no habrá diferencia entre tecnológico y biológico. Los seres humanos tendrán material genético variado y elementos diferentes de aquellos con que nacieron y hay que aprender desde ahora a respetar estas nuevas categorías. Me doy cuenta de las implicaciones éticas y de la complejidad del asunto, así como de la necesidad de preservar y amar la naturaleza. Sin embargo la relación hombre-conejo se remonta a la era bíblica y desde el siglo VI los hombres desempeñaron un papel directo en la evolución de este animal. Tradicionalmente la crianza ha sido un proceso de selección para crear razas puras con formas y estructuras estándar, mientras que yo busco formas híbridas y alternativas. No estoy interesado en la creación de objetos genéticos, sino en la invención de sujetos sociales transgénicos y por ello es tan importante su integración en el ámbito social y familiar” dice Kac y, consciente del debate y de la preocupación que rodea los ensayos de ingeniería genética, añade que el proyecto no propone ninguna nueva forma de experimentación y que la proteína verde es totalmente inofensiva. Está tan seguro que ha concebido una nueva obra El Octavo Día (The Eight Day), un universo transgénico, con cuatro formas vivas diferentes todas con el gen de la ameba verde fluorescente. Habrá peces, ratones, plantas y un biobot, es decir un bio-robot que contiene en su estructura un elemento biológico vivo que determina en parte sus acciones. Un tranquilo entorno resplandeciente encerrado en una cúpula de plexiglás perfectamente ventilada, al que es posible acceder a través de Internet. Y es más, a través de la Red, se puede entrar en el interior del biobot “para ver el mundo transgénico desde dentro”: una buena perspectiva para reflexionar en primera persona sobre las implicaciones sociales y culturales de la biotecnología.

http://www.ekac.org
para acceder a Génesis: http://genesis.xdsl.ne.jp

EL ARTE TRANSGÉNICO VIAJA A TRES CONTINENTES

Del 2 de septiembre al 11 de noviembre Génesis se expondrá on line en la Trienal de Yokohama en Japón, de modo que los internautas podrán influir en el desarrollo de la bacteria a través de la web http://genesis.xdsl.ne.jp. En cambio estará off line en el Tang Museum de Saratoga Springs en EEUU, donde se exhibe del 15 de septiembre al 6 de enero y en la Fundación Telefónica de Madrid, donde participa en la muestra El Final del Eclipse, del 12 de septiembre al 18 de noviembre. Sin embargo en Madrid habrá un ordenador desde el cual el público podrá acceder directamente a la instalación en Japón.

Un presentación previa de su último trabajo El octavo día tendrá lugar del 25 de octubre al 14 de diciembre en el Institute for Studies in the Arts de Tempe, Arizona.


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