Alba es un conejito blanco de ojos rosados. Salta, come zanahorias y le gusta que los chicos la abracen. Pero, iluminada con luz azul, se vuelve verde y brilla en la oscuridad. Su cuerpo fue genéticamente modificado para incorporar una proteína fosforescente que comúnmente se encuentra en las aguas vivas...
¿Alba es el arte del futuro?
Después de que en los años 20 Duchamp llamó arte a un mingitorio; Christo, a puentes y edificios envueltos en trapos, o Andy Warhol a films de ocho horas donde no pasaba nada. Después de los happenings, las performances, el body art y las instalaciones; después del arte digital..., ¿que nos queda?, y sobre todo, ¿qué vendrá?
Un intento de respuesta puede llevar a identificar a los hackers como los próximos Picassos, pero tiene su extremo más radical en dos palabras: arte transgénico.
"Se trata de una nueva forma de creación basada en el uso de técnicas de ingeniería genética para transferir genes sintéticos a un organismo vivo, o transferir material genético natural de una especie a otra para crear seres únicos", explicó, en diálogo con La Nación, el brasileño Eduardo Kac, uno de los investigadores estrella del Art Institute de Chicago y padre de la coneja literalmente más brillante de la historia.
"La genética molecular permite al artista controlar el genoma de las plantas y animales y crear una forma de vida que no existía previamente en la naturaleza. Pero la obra no termina con ella, sino que es definida por la relación entre el artista, el público y el organismo nuevo", explicó Kac, que también inventó "Génesis", o el "DNA del artista" (ver recuadro: "La búsqueda de un gen artístico").
Una nueva estética
Claro que en este contexto la palabra estética cambia su significado: "Debe ser interpretada como creación, socialización e integración doméstica -- continuó el especialista, que es considerado una de las eminencias grises del prestigiosísimo instituto norteamericano. Por eso no encuentro razones para creer que el arte interactivo del futuro vaya a a parecerse a nada que hayamos conocido en el siglo XX".
A la luz de lo que algunos pronostican, eso es poco decir: "En los últimos años -- agrega Arlindo Machado, teórico y curador de Arte y Tecnología del Museo de Arte Moderno de San Pablo --, artistas de avanzada ya comenzaron a estudiar las posibilidades de repensar lo humano a través de radicales intervenciones quirúrgicas, de interfases entre la carne y la electrónica o prótesis robóticas para complementar o expandir las posibilidades del cuerpo biológico".
¿Y las consideraciones éticas? "No hay arte transgénico sin la aceptación de la responsabilidad por la nueva forma de vida" -- reconoce Kac, que ya adoptó a la coneja como un miembro más de la familia. "Las preocupaciones éticas son de capital importancia en cualquier obra, y se hacen todavía más cruciales que nunca en el contexto del arte biológico, donde un ser real es la propia obra de arte o parte de ella".
Pero, aun dejando estas cuestiones de lado, ¿cómo separar lo que es arte de lo que es puro despliegue tecnológico? "Esa es una de las grandes preguntas que hay que comenzar a hacerse hoy _asegura Machado, autor del libro "El paisaje mediático: sobre el desafío de las poéticas tecnológicas", de inminente aparición en las librerías porteñas. "El peligro es que como no tenemos criterios lo suficientemente maduros para entender y evaluar la contribución de los artistas de la ultravanguardia, nos volvemos cada vez más condescendientes, perdemos el rigor del juicio y cualquier tontería nos excita con tal de que parezca a tono con la última movida tecnológica."
Negocios e interiores
No es que el especialista sea un defensor a ultranza del caballete: "La pintura incluso hoy no pertenece más a la esfera del arte contemporáneo, sino al mundo de los negocios o la decoración de interiores", dictamina. Pero agrega que un verdadero creador no se somete a la tecnología; tampoco la evita, pero subvierte continuamente las posibilidades que ésta le da.
En eso se acerca al pensador alemán Sigfried Zielinski, quien sostiene que el arte, "en contraposición con la industria y el mercado, debería crear situaciones de incomodidad y colapso, como supieron hacerlo un Bataille, un Artaud".
¿Pero quién cumple y cumplirá con estas condiciones per se? ¡Los hackers, naturalmente! "Ellos son los dadaístas del nuevo siglo, nuestros Duchamp -- asegura Machado. "Son de los pocos que pueden introducir estas sensaciones en la cultura aséptica y tranquilizadora de la informática".
Es que, tal vez, una de las principales funciones del arte en una sociedad tecnocrática sea justamente esa: "La de rehusarse sistemáticamente a la lógica de los instrumentos de trabajo o de la tecnología, reinventando, en contrapartida, sus funciones y finalidades", explicó.
Con todo esto, ¿la tecnología será la mayor revolución en el arte? "Al contrario -- concluyó Machado--, el arte será la mayor revolución de la tecnología".
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